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"La diversidad de barcos en el puerto es lo que lo hace más atractivo"

Las Golondrinas, las populares embarcaciones de paseo que hacen ruta por el puerto de Barcelona, son uno de los rasgos distintivos de Barcelona desde hace 130 años. Manel Roca Girbau (Barcelona,1951) se acaba de jubilar después de trabajar durante 50 años como gerente de la empresa familiar concesionaria de este servicio (Sirenas, S.A.).

04-09-2019 | Entrevistas

Manel Roca

Gerente y propietario de Las Golondrinas

Siempre le ha gustado estar en el lugar de operaciones más que en las oficinas, lo que le ha permitido ser testigo de la transformación de Barcelona y también conocer perfectamente la historia emocional de la ciudad que no se explica en los libros.

Antes, dice, casi el 100 por ciento de los pasajeros "era gente del país". Había muchas familias que aprovechaban el domingo para bajar a la Rambla y luego ir a pasar el día en el rompeolas, lugar mítico en que, cuando se iba la luz del día, encontraban cobijo las parejas en una época en la que todo era más difícil. Era un tiempo, mucho antes de los Juegos Olímpicos, en el que Barcelona aún vivía de espaldas al Mediterráneo y en el que muchos abuelos y padres llevaban a sus niños a Las Golondrinas para hacer su bautismo de mar.

Gracias a la proyección internacional de la ciudad, ahora, con siete embarcaciones (incluidas las tradicionales de madera con dos pisos), tienen pasajeros de 60 nacionalidades y transportan 300.000 personas al año. La empresa ha pasado de 12 empleados cuando se jubiló su padre a 38 trabajadores (40 durante los veranos) en la actualidad. Hacen dos rutas: una interior por el puerto y otra para llegar hasta el Fórum y mostrar las playas, que, gracias a su calidad y sus infraestructuras, constituyen otro de los hechos diferenciales de la ciudad.

La razón del éxito de Barcelona, explica, es que "la gente se encuentra muy a gusto aquí". El turismo, a su juicio, ha servido para dar trabajo y tapar el hueco que dejó la reconversión industrial de muchos sectores, como el de la motocicleta, donde Barcelona (con Montesa, Bultaco, Ossa y Derbi) llegó a ser 'número uno'. Respecto al Puerto, cree que lo que lo hace más atractivo para los visitantes es la "diversidad" de barcos que se pueden contemplar. La evolución de la actividad portuaria ha hecho que los amantes de este mundo puedan ver de cerca desde pailebotes, buques de carga y portacontenedores pasando por espectaculares cruceros. "Cuantos más barcos hay, más bonito es el paseo en golondrina", asegura. Su trabajo le ha permitido percibir los efectos del cambio climático (por ejemplo, este mes de febrero ha hecho un tiempo insólitamente bueno) y es muy consciente de que hay que luchar contra los plásticos, que acaban destruyendo la fauna marina.

Manel, que con su barba blanca parece un lobo de mar, quería ser marino como su tío Ernesto y seguir el camino aventurero de su abuelo Manuel, que era buceador y quien estuvo en contacto con Dalí y Josep Pla. Pero su padre le hizo estudiar la carrera de Económicas porque la veía como un valor más seguro. Ahora ha pasado el testigo a su hijo Manuel, arquitecto técnico de profesión y con experiencia en Chile. "Hemos llegado a la tercera generación, que es la mía y que, según dicen, es la mala, por lo que creo que la cuarta tiene que salir adelante por narices", dice con una sonrisa.

Desde el puente de mando de su empresa, ha impulsado nuevos productos, como los viajes especiales para colegios, donde los niños reciben nociones básicas sobre barcos y una explicación respecto a todo lo que pueden ver en el Puerto. También ha visto un resurgimiento del número de turistas franceses, a quienes les sorprende que les hable en su lengua. Ahora, a pesar de la jubilación, no le sobra el tiempo. Tiene acogidos dos jóvenes (un chico y una chica) en su familia, estudia meteorología y ayuda en el Museo Marítimo a clasificar fotografías históricas de la ciudad.